28 d’ag. 2016

Memoria de jóvenes airados (again)

Ya he escrito mucho sobre Loquillo. Me hubiera gustado no hacerlo, o solamente hacerlo para explicar que para una generación, muy amplia y diversa y en la que me incluyo, su música es la banda sonora de nuestras vidas.

Cuando escribo esto ya es la madrugada del sábado al domingo del último fin de semana de agosto, de 2016, y acabo de llegar a Barcelona del único gran concierto de Loquillo en Catalunya este verano, en Tarragona.

El último disco de Loquillo creo que es el más flojo de su monumental carrera, pero un concierto de Loquillo es un viaje por mi vida, desde que era un chaval del barrio de San Ildefonso, en Cornellá, que escuchaba sus primeras maquetas porque las tenía el hermano mayor de uno de mis amigos, hasta ahora. Un viaje por una coctelera de sentimientos, vivencias y paisajes. Un viaje por aquel Rompeolas que ya no existe, al que fuí furtivamente por primera vez con una amiga cogiendo sin permiso el coche de mi padre. Un viaje a aquellos conciertos en Zeleste o en el Sot del Migdia (1989, cien mil personas!!). Pasando por tantos otros temas que hemos cantado desgallitándonos, como si nuestra alma emergiera y tomara un sentido único entre esas letras y acordes. El concierto ha acabado con un memorable, excepcional, Cadillac Solitario, desde esa curva del Merbeyé, en la ladera del Tibidabo, y esa tristeza intensa y melancólica que a todos nos ha atenazado alguna vez y nos ha hecho pensar en poner tierra por medio, en una huída hacia alguna parte, como podía ser LA.

Todas sus canciones tienen algún nombre de mujer asociado o alguna etapa vital concreta, perfectamente identificable.

Hubo un tiempo conocido como la edad de oro. Así presenta en un directo uno de sus temas. Sí, hubo un tiempo en el que Loquillo era un icono de la ciudad y del rock, respetado, querido y escuchado.

Ahora ya no es así. Hoy mismo dudaba de compartir por twitter que estaba en el concierto. No porque estuviera ahí de tapadillo, sinó por la mandra de tener que aguantar de nuevo todo lo que ya sabemos: que si es un fatxa, que si es un españolista, que si con lo que ha llegado a decir, etc.

Pero yo no me callo. Para lo bueno y para lo malo, siempre voy de cara y no me escondo de nada ni de nadie. Hoy he sido feliz, en el concierto. Porque ha sido eso, un concierto, música, rock. No un míting, ni un comentario en clave política, ni soflama, ni nada.

Es cierto, Loquillo, el personaje, ha acabado siendo una caricatura de él mismo, que ha devorado el Loquillo auténtico que más allá de su música a muchos también nos seducía, nos merecía un respeto infinito. Pero ese Loquillo dejó de existir para muchos de nosotros el día que nos perdió el respeto, que lo hizo.

Yo podía respetar y respeto sin matiz que piense muy, pero que muy diferente, de mi. Lo único que exigíamos era respeto también para las ideas de muchísimos de sus seguidores. Y no lo tuvo. Y eso fué triste y doloroso.

Pensé mucho en como quedaban las cosas. Pero volví a escuchar sus temas, y nada en ellos no hace referencia a ideas políticas que me ofendan. Me siento totalmente identificado con casi todos sus temas, que los siento como propios. Y aprendí o decidí que debía separar lo que es un arte (su creación, su música) de lo que es el personaje (sus ideas, incluso su falta de respeto).

El día que uno de sus discos sea un reflejo militante de sus ideas (como legítimamente lo son los discos por ejemplo de la nova cançó o de bona part del rock català o, por deslocalizar del rock vasco), ese día se habrá acabado todo. Pero dudo que ese día llegue. Es difícil por ejemplo, entender grupos como Kortatu o Negu Gorriak sin su compromiso militante, en lo personal y en su obra, en sus temas. Loquillo con el tiempo se ha significado personalmente por una oposición dura, desagradable, hacia el proceso independentista de Catalunya. Pero su música no es, en ningún caso, un reflejo de sus ideas en relación a este tema.

Por lo tanto, y aún a pesar de lo doloroso que fué la pérdida de respeto que protagonizó, decidí y así lo vivo, separar tajantemente, mientras sea posible, obra y autor.

Pero Loquillo no puede ignorar el impacto que entre su público en Catalunya ha tenido esa pérdida de respeto. Como decía, hoy único gran concierto programado en este verano, en el que solamente ha pisado Catalunya para este concierto en Tarragona y para uno previo en Sant Feliu de Guíxols en el marco de un festival y el de la Farga de l'Hospitalet. Creo que programadores e instituciones deberían asumir que Loquillo es uno de los más grandes, y programarlo sin complejos.

Sin embargo no podemos negar otra evidencia abrumadora: creo que buena parte de su público no ha "procesado" en mis términos su "relación" con Loquillo y su música, y se ha distanciado. Hoy, hay que decirlo, la entrada a la plaça de bous de Tarragona estoy seguro que dista mucho de las expectativas que inicialmente podían tenerse. La pista tenía una entrada digna (entre 3/4 y 3/5 partes), pero las gradas estaban casi vacías, únicamente un par de pestañas con público. En otro momento estoy seguro hubiera estado a petar.

Perder el respeto a quien se merece este respeto es fatal. Y Loquillo perdió el respeto a buena parte de sus seguidores en Catalunya, que nos lo merecíamos, este respecto.

Como sociedad creo que lo que ha pasado con Loquillo nos ofrece una oportunidad de oro de evidenciar que la independencia es un proyecto para todos y no contra nadie, y que respeta incluso a quienes la combaten con dureza injusta.

Creo que hay pocos cantantes catalanes vivos como Loquillo, con una obra tan impresionante como la suya. Y creo que Generalitat e instituciones deben estar muy por encima de cualquier polémica y reconocer su gran aportación artística.

Uno de los mayores problemas que arrastra el proceso indy es que durante muchos años para la Catalunya oficial la Catalunya que creaba en castellano era invisible. Fué un error monumental. Los creadores catalanes deben reconocerse por el valor de su creación, no por la lengua en la que escriben, cantan, investigan o pintan. Solo reciéntemente se ha reconocido a Eduardo Mendoza, como uno de los más grandes escritores catalanes vivos. Un reconocimiento a todas luces tardío, a causa que la lengua literaria de Mendoza es el castellano. No debería de pasar nunca más. Este año por ejemplo se reconoce la faceta investigadora de uno de nuestros más grandes investigadores, Manel Esteller, que toda su obra científica la ha publicado en inglés. Y así debe ser.

Y así debería ser también con Loquillo.

Català i castellà ja formen part indestriable de la nostra identitat. No s'entén el país que som i el país que volem ser sense la vivència com a pròpies d'aquestes dues llengües. Una, el català, és la que fa segles es va generar en aquesta terra en la que vivim i que volem lliure. L'altra, el castellà, és la nostra primera llengua per a la majoria de la societat (un 52%, davant un 38,8% que tenen el català com a la seva primera llengua).

L'enemic del català no és el castellà, sinó l'estat espanyol i les seves polítiques. El català gaudeix de bona salut, però necessita de la independència per erigir-se plenament en llengua normalitzada a tots els nivells. I la independència només arribarà assumint la nostra realitat, el país que som, no l'absurditat delirant del país que algun dia, fa segles, vam ser.

I assumir el país que som implica assumir que meritem per l'obra, i no per la llengua. Implica evidenciar que reconeixem trajectòries i no fidelitats, i que no ens incomoden les dissidències, a cap nivell.

Loquillo és dels artistes catalans vius que més mereix un reconeixement. I les nostres institucions tenen, amb tot el que ha passat, una oportunitat d'or de demostrar que el país que volem no té res a veure amb l'estat del que marxem.

No sé si esto que reclamo pasará. No sé si Loquillo y su orgullo serán capaces de reconocer que en un momento dado cruzó una línia roja faltando al respeto a muchos de sus seguidores. Y no sé si las instituciones catalanas serán capaces, enmedio de la espiral en la que estamos, de actuar por encima de todo lo que arrastramos y evidenciar el poder inclusivo del respeto extremo por la realidad de la sociedad que somos, su pluralidad y la capacidad ejemplar que debemos tener de gestionar orígenes, lenguas, ideas y disidencias.

Loquillo canta, en un temazo, "cuando fuimos los mejores", pero más allá de la lírica lo que nos motiva a la mayoría de la sociedad catalana es ser colectivamente mejores de lo que ahora nos dejan ser. Por eso somos independentistas.

DONEC PERFICIAM